viernes, 31 de diciembre de 2010

Personas con estrella

Las personas nacen con estrella, sin embargo algunas se les muere la misma por lo cual dejan de ser afortunadas.

Y como diría Elisa arrieta esas estrellas tal vez se mueren porque no te esfuerzas a que siga brillando, ella no puede brillar sola, le debes de apoyar.

¿Que opinan?

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Despidiendo a Mandela


Despidiendo a Mandela
Ariel Dorfman

Nelson Mandela posee, por lo menos en Sudáfrica, el don de la ubicuidad. 
Se lo encuentra en canciones infantiles, en avisos publicitarios, en discursos oficiales y conversaciones informales, en boca de policías y pobladores y banqueros; donde uno coloca la mirada o aguza el oído, el rostro y remembranza sonriente de Madiba (el nombre de clan con que todos lo llaman) incita a sus compatriotas a la emulación incesante. 
Una resonancia tan categórica es comprensible. Mandela encarna, para los sudafricanos como para el resto del mundo, la derrota del apartheid y la milagrosa transición a la democracia en una tierra que avanzaba inexorablemente hacia una sangrienta guerra civil. Liberado de un cautiverio que duró 27 años despiadados, utilizó su aureola legendaria como el preso político más famoso del planeta para extender una mano de amistad y reconciliación a sus carceleros en vez de predicar la venganza. El prestigio de Mandela se acrecentó aún más cuando, siendo el primer presidente elegido libremente en la historia de su país, rehusó perpetuarse en el poder como es habitual para mandatarios en ese continente. 
Yo también he participado en esta idolatría. Yo también lo considero uno de los pocos gigantes morales de que disponemos en nuestra época avara y mezquina.
A pesar de esta admiración, cuando visité Sudáfrica por primera vez en 1997 me inquietó que Mandela fuera la única figura simbólica en torno a la cual podían comulgar todos los sectores, ricos y pobres, gente de derecha y de izquierda, blancos y negros y un arcoíris de otras tonalidades de piel. Retornando este año para dar la conferencia que se dicta en su honor, descubrí que esta reverencia por un héroe de carne y hueso se había convertido en algo aún más exaltado: se lo trata hoy, en el 2010, como si fuera un santo. Aunque es cierto que Mandela fue indispensable para instaurar un gobierno más justo en su país, y cierto también que sigue siendo el pegalotodo que aglutina y hermana las facciones de una nación turbulenta y dividida, consideré que tal culto era peligroso, colocando sobre sus hombros una carga de responsabilidad imposible de sobrellevar e impidiendo a su pueblo discutir seriamente cómo vivir en un mundo donde ya no contaremos con su presencia. 
Resulta que nada menos que Mandela mismo comparte mi recelo. En la página final de su nuevo libro, Conversaciones conmigo mismo –sin duda el último que este anciano de 92 años publicará bajo su nombre–, ese viene a ser su mensaje postrero: “Algo que me preocupaba profundamente en la prisión era la falsa imagen que involuntariamente proyectaba al mundo exterior: de que se me viera como un santo”. Y concluye: “Nunca fui nada parecido, aun sobre la base de la definición terráquea de que un santo es un pecador que siempre sigue tratando de superarse”.
Con la esperanza, por lo tanto, de moldear un legado que dentro de poco no podrá defender en persona, Madiba busca contar la historia de su vida desde una perspectiva diferente de la que conocíamos en sus consagradas memorias, Largo camino a la libertad, publicadas en 1994. Para que sus lectores tuvieran la oportunidad de encontrarse con un Mandela abierto y asequible, autorizó a un equipo de investigadores a cosechar del mar casi infinito de su archivo un autorretrato más frágil y profano. 
No me sorprende que tal misión tardara seis años en realizarse. Pude inspeccionar en Johannesburgo esos materiales masivos que contienen los residuos de la vida de Mandela durante mi reciente visita a la fundación que lleva su nombre. Para penetrar en ese santuario, uno debe primero descender una amplia escalera en espiral hasta un piso subterráneo, enseguida pasar por una serie de oficinas con grandes ventanales de vidrio y finalmente detenerse ante una puerta de doble llave, detrás de la cual espera una vasta colección de recuerdos: las fotos iniciales de la juventud de Madiba, sus cédulas de identidad y pasaportes verdaderos y fraudulentos, los diarios de vida y calendarios escuetos y los manuscritos clandestinos sacados de contrabando de Robben Island, además de un acopio de notas de todo tipo y tamaño. 
Si bien sólo unas gotas destellantes de este caudal pudieron recogerse en Conversaciones conmigo mismo, los lectores tenemos la sensación íntima de estar recorriendo ese archivo, saboreando sus prohibidas delicias, escuchando en forma casi indiscreta los pensamientos y emociones más latentes de Mandela, a sólo unos pasos y redobles de su mero corazón, especialmente cuando se nos permite asomarnos a las transcripciones de conversaciones que sostuvo con sus más cercanos colaboradores. Ahí llegamos a congeniar con un ícono que se ríe, que vacila y carraspea, que adora los chismes, que acepta sus equivocaciones o insiste en que tiene razón; corremos el velo sobre un hombre que lamenta haberse olvidado de un viejo amigo, que sugiere que le gustaría averiguar el paradero de un guardia que alguna vez se portó bien con los presos. 
Todavía más reveladores son los extractos de la correspondencia que se salvó de las décadas en Robben Island, escrita con una dignidad feroz y conmovedora. Es casi como si, en sus horas más oscuras, aun cuando no había esperanza de que se lo liberara, aun el día en que recibió la noticia de la muerte de su hijo o el funeral de su madre, aun cuando borroneaba palabras que sabía nunca llegarían a su destino, aun en esos momentos, especialmente en esos momentos, estaba imaginando un mañana donde cada una de sus expresiones tendría un significado ulterior, cada una meticulosamente examinada, no por cancerberos, sino por una multitud de habitantes de su patria y del mundo entero. 
Hay un aspecto aún más notable de estas cartas desde el presidio. Mientras las hojeamos, podemos adivinar de qué modo astuto Mandela tomó en cuenta la vigilancia de los censores que escudriñaron y obstruyeron su correo. También les está escribiendo subrepticiamente a ellos: casi se puede discernir su certeza de que él es capaz de turbar a esos guardianes con palabras que evidencian la crueldad absurda con que tratan a los reclusos, la confianza de que esos centinelas pueden ser educados. Aunque, de hecho, también se está educando a sí mismo, preparándose para la tarea de sobrepasar el abismo racial y la división de clases sociales que amenazaba con destruir a Sudáfrica.
Tal vez por eso encuentra tan alienante y desacertado que se lo considere un santo. No fue debido a su separación de sus semejantes, su lejanía de la maldad, su distancia de los desalientos de una humanidad vulnerable, que pudo prevalecer. Por el contrario, fue zambulléndose en lo que era negativo en su propio interior y en el doliente mundo que lo rodeaba, fue así que pudo transformarse en el hombre que terminó siendo Nelson Mandela. ¿Cómo llevar a cabo esta hazaña? Hay una palabra suya que retorna una y otra vez: integridad. Su propia integridad y su convicción de que esa entereza existe en todos los seres humanos, por mucho que esté escondida bajo una costra de miedo e intolerancia. La fe de Mandela de que si se apela a los mejores instintos de hombres y mujeres, ellos sabrán, en definitiva, responder. Pero sólo lo podrán hacer si comprenden que quien les exige una mejor humanidad compartida no ha traicionado los valores más generosos de la especie, el deseo de un mundo más justo y compasivo; sólo es posible esta transformación si quien hace la apelación ha trazado una línea ética inquebrantable en las arenas movedizas de la historia.
Es un mensaje que la patria de Mandela necesita volver a escuchar. Su prodigiosa Sudáfrica se encuentra de nuevo en peligro, desorientada, casi sin rumbo. Su tierra que dentro de poco tendrá que enfrentar un largo siglo de lucha renovada por la solidaridad y la paz y la verdad sin la mano conductora de Madiba. 
Porque Nelson Mandela se está despidiendo. 
¿Y cómo, entonces, responderle? ¿Cómo honrar su legado, su sabiduría, su magnanimidad?
Sólo puedo responder con las palabras que le brindé al final de nuestra conversación de una hora hace unos meses en Johannesburgo. Décadas de una vida plena y dura y múltiple lo han extenuado, pero conserva intacta una cierta –no hay otra palabra– majestad, y me alegró notar de vez en cuando un brillo travieso en sus ojos. Yo estaba consciente de que la precariedad de su salud podría disuadirlo de atender la conferencia que me tocaba pronunciar unos días más tarde, y que probablemente esta era la última oportunidad de la que dispondría para agradecerle lo que había realizado, el ejemplo de su vida. De manera que cuando él me dijo adiós, aproveché para pedirle que no hiciera ningún esfuerzo desmedido para asistir a mi presentación, agregando, tal vez con excesiva solemnidad, que era importante que descansara.
–Durante tantos años –le dije– es usted el que nos ha llevado a cuestas. A su país, al mundo entero, a mí. Ahora nos toca a nosotros. 
Y fue entonces que, sin soltarme la mano, Nelson Mandela me brindó una sonrisa. 
He ahí una posible respuesta. Si sabemos llevar a Mandela con nosotros hacia el futuro, tendremos la bendición de su sonrisa. ¿O acaso hay algo más que podamos pedirle a este hombre que, afortunadamente para él y para el mundo, no es, después de todo, un santo?

* La última novela de Ariel Dorfman es Americanos: Los pasos de Murieta. 

martes, 23 de noviembre de 2010

Vale la Pena Vivir



Muchas veces hemos sentido que la vida no vale la pena vivirla. En un caso extremo, escuché en la radio a una mujer que decía: “No quiero tener hijos, porque solo se viene a este mundo a sufrir. Y quiero ahorrarles ese sufrimiento”.
Pero… ¿Realmente la vida es así? ¿O nosotros la hacemos así?
Lo que realmente te hace sufrir, no es la vida en sí… son tus expectativas respecto a cómo debería ser el mundo o cómo debería actuar tal persona.
Por ejemplo, cuando te enojas con tu pareja porque no llegó a tiempo o no te expresa su amor como a ti te gustaría que lo hiciera.
Entonces, lo que te daña no es tu pareja… son tus pensamientos y emociones con respecto a como debería actuar tu pareja, de acuerdo a la etiqueta del hombre o mujer perfecto que tienes.
Si sufres porque la vida es cruel… es porque tienes un concepto equivocado de lo que realmente es. Crees que en la vida todo debería ser felicidad.
Imagínate que piensas que un bosque debe ser con puras rosas, ríos limpios, venados corriendo, un sol reluciente y una suave lluvia.
Pero cuando vas a uno ¡Oh sorpresa! También hay insectos, serpientes… y la lluvia ¡es un diluvio!
Imagínate sufriendo porque lo encontraste así y diciéndote “No vale la pena estar en un bosque, es horrible: serpientes, bichos ¡que horror!” ¿No tiene sentido verdad?
En el fondo sabes que así es un bosque. No como tú pensabas que era. Lo que puedes hacer, es estar alerta contra las serpientes. También, cubrirte para que la lluvia no te moje.
Y disfrutar las rosas que veas y los venados.
Simplemente aceptas la naturaleza como es y no te lamentas. Te adaptas a ella.
En la vida, es igual. Cuando la vemos como un paquete completo, en el que hay amor, muerte, instantes imborrables y fracasos dolorosos, la aceptas como es.
A partir de esa aceptación, puedes adaptarte a ella. Pregúntate que capacidad dormida en ti, necesita salir a flote cuando te enfrentes a un nuevo desafío.
Por ejemplo, yo de niño no sabía bailar salsa. La necesidad de gustarle a las niñas me hizo aprender ¡Ahora he llegado hasta dar clases de baile!
Me daba miedo hablar en público. Era muy tímido. La necesidad y las circunstancias me obligaron ha hablar en público ¡Ahora soy conferencista! Imagínate cuantas capacidades dormidas en mí, se han despertado por la necesidad.
Siempre pregúntate ¿Qué capacidades dormidas en mi tienen que salir a flote con este desafío?
El dolor y las derrotas son una gran oportunidad para replantearnos como estamos viviendo la vida. Te confieso que acostumbro caminar cerca de los bosques, lejos de la gente, cuando las tormentas de la vida hacen que se me pongan las cosas difíciles.
Anclarme dentro del ruido cotidiano cerca de la naturaleza, dándome un breve espacio para reflexionar acerca de mis desafíos actuales y replantearme nuevas metas, ha sido invaluable para mi.
Si no, ya me habría vuelto loco.
Te recomiendo que hagas lo mismo. Busca un espacio diario de reflexión.
Todos somos producto de nuestras reacciones ante los retos. Somos hermosas quebradas hechas por las tormentas de la vida.
“Un guerrero acepta su suerte, sea cual sea, y la acepta con total humildad. Se acepta a sí mismo con humildad, tal como es; no como base para lamentarse, sino como un desafío vital”
Juan Castaneda
Tus circunstancias acéptalas como son, y pregúntate “¿Qué puedo hacer al respecto?” Te sorprenderá como a mí lo sencillo que es solucionar un problema, una vez que dejes de pensar en el y te enfoques en resolverlo.
Generalmente, las mejores oportunidades de nuestra vida, vienen disfrazadas de problemas.
No importa cuales sean estos. Siempre existe una solución.
Así que ¡ha disfrutar la vida se ha dicho!
Suerte

martes, 9 de noviembre de 2010

M. S.

Después de vagar en el desierto de la soltería, la lujuria, el desmadre y demás, hoy llega a mi vida una persona con la cual me siento tan feliz, tan pleno, que siento que fuera yo mismo, es tan maravilloso, solo esperemos que la bipolaridad de ambos cuaje de una manera favorable, dado que siento es el comienzo de algo muy grande, la quiero.

Amor a Primera Vista

Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
       
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
       
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
       
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
       
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
       
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
       
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
       
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
       
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.





Hoy creo en este poema, que genial!!!

lunes, 27 de septiembre de 2010

¡Yo quiero ser un triunfador!

SECRETOS PARA SER FELIZ

Hace muchísimos años vivió en la India un sabio, de quien se decía que guardaba en un cofre encantado un gran secreto que lo hacía ser un triunfador en todos los aspectos de su vida y que por eso se consideraba el hombre más feliz del mundo.  Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarle para obtener el cofre, pero todo era en vano, mientras más lo intentaban, más infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir.

  Así, pasaron los años y el sabio era cada día más feliz. Un día llegó ante él un niño y le dijo: "Señor, al igual que tú yo también quiero ser inmensamente feliz, ¿por qué no me enseñas cómo conseguirlo?"  El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo: "a tí te enseñaré el secreto para ser feliz, ven conmigo y presta mucha atención, en realidad son dos cofres donde guardo el secreto para ser feliz, y éstos son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de tu vida".

  "El primero es saber que existe la presencia de Dios en todas las cosas de la vida, y por lo tanto debes amarlo y darle las gracias por todas las cosas que tienes.


  "El segundo es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al 
levantarte y al acostarte debes afirmar: yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mi, no hay obstáculos que no pueda vencer".


  "El tercer paso es que debes poner en práctica lo que dices que eres, si dices ser inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas".

  "El cuarto paso es que no debes envidiar a nadie por lo que tienen o por lo que son, ellos alcanzaron sus metas, logra tú las tuyas".

  "El quinto paso es que no debes albergar en tu corazón rencor hacia nadie, ese sentimiento no te dejará ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tú perdona y olvida".

  "El sexto paso es que no debes tomar la cosas que no te pertenecen, recuerda que de acuerdo con las leyes de la naturaleza, mañana te quitarán algo de más valor".

  "El séptimo paso es que no debes maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos derecho a que se nos respete y se nos quiera".

  "Y por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes, ayuda a los demás, sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades y dale también a ellos el secreto para ser un triunfador y que de esa manera puedan ser felices".

domingo, 26 de septiembre de 2010

¿Qué hacer frente a la Muerte?

Si has perdido a un ser querido, es posible que pases por todo tipo de emociones. Es probable que estés triste, preocupado o asustado. Tal vez no estés preparado, estés impresionado o confundido. Puedes sentirte enojado, engañado, aliviado, culpable, exhausto o simplemente vacío. Tus emociones pueden ser más intensas o más profundas que lo habitual, o estar entremezcladas de una manera que nunca habías experimentado.
A algunas personas les cuesta concentrarse, estudiar o comer cuando están atravesando una etapa de duelo. Otras pierden el interés por actividades que solían disfrutar. Algunos se enfrascan en juegos de computación o beben o comen en exceso. Y otras personas se sienten adormecidas, como si nada hubiese ocurrido.
Todas estas emociones son reacciones naturales frente a la muerte.

¿Qué es el duelo?

El duelo es la reacción emocional, física y espiritual en respuesta a la muerte o una pérdida. Las personas que están de duelo pueden experimentar los siguientes cambios:
  • Sienten emociones fuertes, como la tristeza y la ira
  • Tienen reacciones físicas, como falta de sueño o sensación de náusea
  • Tienen reacciones espirituales frente a la muerte. Por ejemplo, algunas personas se cuestionan sus creencias y se sienten muy decepcionadas de su religión mientras que otras descubren que su fe es más fuerte que nunca
El duelo no siempre se relaciona con la muerte.
Existen muchos tipos de pérdidas y no todas tienen que ver con la muerte. Una persona también puede hacer duelo tras la ruptura de una relación íntima o después de que uno de los padres, un hermano o un amigo se muda.
El proceso de duelo lleva tiempo y las heridas se sanan gradualmente. La intensidad del duelo puede depender de si la pérdida fue inesperada y repentina, y de la relación que tenías con la persona que falleció.
Algunas personas escriben sobre el duelo y aseguran que se da en etapas, pero en realidad se suele sentir como "oleadas" o ciclos de dolor que van y vienen según lo que estás haciendo y si existen elementos que te hagan recordar a la persona que murió.
Si perdiste a un familiar cercano, como un padre o un hermano, es posible que sientas que te robaron el tiempo que deseabas pasar con esa persona. También puede resultar difícil expresar tu propia aflicción cuando los demás integrantes de tu familia también están afligidos.
Algunas personas pueden esconder su propia aflicción o evitar hablar de la persona que falleció, porque tienen miedo de entristecer a un padre o a otro integrante de la familia. También es natural sentirse culpable por una discusión pasada o una relación compleja con la persona que murió.
No siempre el duelo se debe a la muerte de una persona. La muerte de una mascota puede provocar fuertes sentimientos de aflicción. Algunas personas se sorprenden por lo dolorosa que puede llegar a ser esta pérdida. Pero los lazos de amor que compartimos con las mascotas son reales y los sentimientos de pérdida y dolor que tenemos cuando mueren también lo son.
Todos estos sentimientos y reacciones son normales. Pero ¿qué puede hacer una persona para superarlos? ¿Cuánto dura el duelo? ¿Alguna vez todo volverá a la normalidad? ¿Y cómo vas a seguir adelante sin la persona que falleció?

Enfrentar el duelo

Así como la gente siente el duelo de muchas maneras diferentes, también lo maneja de manera diferente.
Algunas personas buscan el apoyo de otras y encuentran alivio en los buenos recuerdos. Otras tratan de mantenerse ocupadas para alejar su mente de la pérdida. Algunas personas se deprimen y se alejan de sus amigos o evitan los lugares o situaciones que les recuerdan a la persona fallecida.
A algunas personas, las puede ayudar hablar con otros de su pérdida. Algunas lo hacen natural y fácilmente con amigos y familiares; otras hablan con un terapeuta profesional.
Algunas personas quizás no sientan ganas de hablar mucho del tema, porque les cuesta encontrar palabras para expresar una emoción tan profunda y personal, o se preguntan si hablar les hará sentir más dolor. Esto está bien, siempre y cuando encuentres otras maneras de hacer frente a tu dolor.
En algunos casos, la gente canaliza su dolor involucrándose en actividades peligrosas y autodestructivas. Hacer cosas como beber, drogarse o cortarse el cuerpo para escapar de la realidad de una pérdida puede aplacar el dolor, pero la sensación es únicamente temporal. La persona no está realmente enfrentando el dolor; simplemente lo está enmascarando, lo que hace que esos sentimientos se acumulen en el interior, prolongando el duelo.
Si el dolor parece empeorar, si sientes deseos de lastimarte a ti mismo o tienes pensamientos suicidas, habla con alguien en quien confíes y dile cómo te sientes.

Qué esperar

Puede parecer imposible recuperarse después de perder a un ser querido. Pero la aflicción mejora gradualmente y se vuelve menos intensa con el tiempo. Tal vez, saber algunas de las cosas que puedes esperar durante el proceso de duelo pueda ayudarte a superar el dolor.
Los primeros días después de la muerte de una persona pueden ser intensos, la gente puede expresar emociones fuertes, tal vez llorar o consolarse mutuamente y reunirse para expresar su apoyo y sus condolencias a quienes se ven más afectados por la pérdida. Es normal que sientas que "te estás volviendo loco" y que sientas mucha ansiedad, pánico, tristeza e impotencia. Algunas personas dicen tener una sensación de "irrealidad", como si estuviesen mirando el mundo desde un lugar lejano. Otras se sienten malhumoradas, irritables y con resentimiento.
La familia y los amigos suelen participar en rituales que pueden ser parte de su religión, su cultura, su comunidad o de sus tradiciones familiares (como servicios religiosos, velorios o funerales). Estas actividades pueden ayudar a la gente a superar los primeros días posteriores a la muerte y a honrar a la persona que murió. La gente puede pasar algún tiempo reunida conversando y compartiendo recuerdos de la persona que falleció. Esto puede extenderse por días o semanas después de la pérdida y los amigos y la familia traen alimentos, envían tarjetas o pasan a visitarte.
Muchas veces, la gente muestra sus emociones en este período. Pero, en ocasiones, una persona puede estar tan sorprendida o superada por la muerte que no demuestra las emociones en forma inmediata, aun cuando la pérdida sea muy terrible. No es nada raro ver a las personas sonriendo y hablando con otras en un funeral, como si nada triste hubiese ocurrido. Pero estar junto a otras personas que atraviesan el duelo puede brindar cierto alivio y recordarnos que algunas cosas continuarán igual que antes.
En algunos casos, cuando terminan los rituales asociados con el duelo, la gente puede sentir que deberían haber "superado" la pérdida porque todo parece haber vuelto a la normalidad. Cuando la gente que está de duelo regresa a sus actividades normales, puede resultarle difícil entregarse de lleno a las tareas de todos los días. Muchas personas vuelven a realizar sus tareas normales después de unos pocos días o de una semana. Pero si bien es posible que no hablen tanto de su pérdida, el proceso de duelo continúa.
Es natural continuar teniendo sentimientos y preguntas durante un tiempo después de la muerte de una persona. También es natural comenzar a sentirse un poco mejor. Depende mucho de la manera en que la pérdida afecte tu vida. Está bien estar afligido durante días, semanas, o incluso más tiempo, según cuán cercana era la persona fallecida.
No importa cómo elijas pasar tu duelo, no existe una manera correcta de hacerlo. El proceso de duelo es gradual y dura más en algunas personas que en otras. Puede haber momentos en los que pienses que nunca disfrutarás de la vida de la misma manera, pero ésta es una reacción natural después de una pérdida.

Cuidarte a ti mismo

La pérdida de un ser querido puede ser estresante. Cuidarte a ti mismo en cosas pequeñas, pero importantes, puede ayudarte a enfrentarla. Aquí hay algunas cosas que quizás te ayuden:
  • Recuerda que la aflicción es una emoción normal. Debes saber que la aflicción puede desaparecer (y va a desaparecer)

  • Participa en los rituales. Los servicios religiosos, los funerales y otras tradiciones ayudan a la gente a superar los primeros días y a honrar a la persona que falleció.

  • Reúnete con otros. Incluso las reuniones informales de familiares y amigos brindan una sensación de apoyo y ayudan a la gente a no sentirse tan aislada durante los primeros días y semanas del duelo.

  • Cuando puedas, habla de ello. A algunas personas les ayuda contar la historia de su pérdida o hablar de sus sentimientos. En ocasiones, una persona no tiene deseos de hablar. Eso también está bien. Nadie debe sentirse presionado a hablar.

  • Exprésate. Aun cuando no sientas deseos de hablar, encuentra maneras de expresar tus emociones y tus pensamientos. Comienza a escribir un diario sobre los recuerdos que tienes de la persona que perdiste y de cómo te sientes desde la pérdida. O escribe una canción, un poema o un tributo a la persona que falleció. Puedes hacerlo de manera privada o compartirlo con otros.

  • Haz ejercicio. El ejercicio puede cambiar tu humor. Puede resultar difícil sentirse motivado; por lo tanto, modifica tu rutina normal si es necesario.

  • Aliméntate bien. Seguramente tengas deseos de saltear comidas o quizá no tengas hambre, pero tu cuerpo necesita comida nutritiva.

  • Únete a un grupo de apoyo. Si consideras que puede interesarte concurrir a un grupo de apoyo, pregúntale a un adulto o a un consejero escolar cómo unirte a uno. Lo que debes recordar es que no tienes por qué estar sólo con tus sentimientos o tu dolor.

  • Expresa y libera tus emociones. Si tienes deseos de llorar, no te reprimas. No te preocupes si escuchar determinadas canciones o realizar algunas actividades resulta doloroso porque te trae recuerdos de la persona que perdiste. Esto es normal. Después de un tiempo, será menos doloroso.

  • Crea un memorial o un tributo. Planta un árbol o una planta, o recuerda a la persona con algo saludable, como participar en una maratón o caminata a beneficio (por ejemplo, una carrera por el cáncer de mama) en honor del ser amado.

Conseguir ayuda para un duelo intenso

Si tu dolor no disminuye después de un tiempo de la muerte del ser amado, es posible que desees recibir ayuda. Si el duelo se transformó en depresión, es muy importante que se lo digas a alguien.
¿Cómo saber si el duelo está durando demasiado tiempo? Éstas son algunas de las señales:
  • Has estado de duelo durante 4 meses o más y no te sientes mejor.

  • Te sientes deprimido.

  • Tu dolor es tan intenso que sientes que no puedes continuar con tus actividades habituales.

  • Tu dolor está afectando tu capacidad para concentrarte, dormir, comer o socializar como lo hacías normalmente.

  • Sientes que no puedes continuar viviendo después de la pérdida, o piensas en el suicidio, la muerte o en lastimarte a ti mismo.
En cierta medida, es natural que una pérdida haga que las personas piensen en la muerte. Pero si la pérdida ha hecho que pienses en el suicidio o en lastimarte a ti mismo de alguna manera, o si sientes que no puedes continuar viviendo después de tu pérdida, es importante que se lo digas a alguien de inmediato.
La ayuda de un terapeuta profesional puede serte útil, porque te permite hablar de tu pérdida y expresar sentimientos intensos. Muchos consejeros se especializan en trabajar con adolescentes que están luchando contra la pérdida de un ser querido y la depresión. Si te gustaría hablar con un terapeuta y no estás seguro por dónde empezar, pregúntale a un adulto o a un consejero escolar. Tu médico también puede recomendarte a alguien.

¿Alguna vez lo superaré?

Los amigos y familiares bien intencionados pueden decirle a una persona que está de duelo que necesita "seguir adelante" después de una pérdida. Lamentablemente, este tipo de consejo puede hacer que las personas duden en hablar de su dolor o que sientan que están haciendo un mal duelo o uno demasiado prolongado, o que no son normales. Es útil recordar que el proceso de duelo es sumamente personal e individual: no existe una manera correcta o incorrecta de hacer duelo. Cada persona necesita su propio tiempo para encontrar alivio.
Sin embargo, es importante que las personas que están atravesando un duelo no pierdan las ganas de vivir. Si no te gusta la idea de seguir adelante, tal vez la idea de "continuar" te parezca más adecuada. A veces, puede ayudarte recordarte a ti mismo continuar haciendo todo lo que puedas por el momento. Permítete estar triste e intenta no escaparte de tus emociones. Pero continúa haciendo cosas que normalmente harías, como estar con amigos, ocuparte de tu mascota, practicar ejercicio o hacer tus tareas escolares.
Seguir adelante y aliviar la aflicción del duelo no significa olvidarse de la persona que has perdido. Volver a disfrutar de la vida no significa dejar de extrañar a esa persona. Y cuánto tiempo pasará hasta que comiences a sentirte mejor no es una medida de cuánto amabas a esa persona. Con el tiempo, gracias al cariñoso apoyo de la familia y los amigos, y a tus propias acciones positivas, descubrirás maneras de enfrentar hasta la peor de las pérdidas.